El Primer Círculo

Wednesday, March 23, 2005

Tres versiones del génesis

Kant -víctima del humor involuntario- hace una reconstrucción tomando de forma casi literal el fruto prohibido. La voz de Dios son los instintos animales. El sentido del gusto es instintivo, inmediato. Sin embargo el hombre podría haberse apartado del sentido del gusto-olfato, quizá con la vista o con otro sentido. Pudo ser cualquier fruto en el que se fijara. Esta sería una primera emancipación de la razón respecto del instinto, al desligarse el placer de lo inmediato se buscan modos de obtenerlo, surge la voluptuosidad. Algo análogo surge con lo sexual, se aleja del apareamiento periódico de los animales cuando se da cuenta de que se puede provocar él mismo a voluntad aquel gustito. La hoja de parra surge cuando se da cuenta de que se puede tener mayor placer no teniendo todo el tiempo a la vista el objeto de deseo (nadie lo creería pero Kant leído entre líneas de repente puede sonar muy procaz, como cuando Rafa en una de sus clases de Kierkegaard aclara que "el secreto" nada tiene que ver con la ginecología). Así lo sexual se sublima en amor, y así todo se va volviendo etéreo hasta que el estado de caída es patente e irreversible.
La versión de Gabriel Zaíd es también muy ingeniosa. El fruto prohibido es el que proviene del arbol plantado por el hombre, el pecado original es la agricultura. Vivir de la recolección es el estado paradisiaco, al comenzar a cultivar se va todo al carajo.
La tercera versión es mía. La serpiente tenía razón, el fruto prohibido los haría como dioses. Adan y Eva, que hasta entonces s se la pasaban bastante bien en el paraíso, tenían la idea de que como dioses sus facultades podrían medirse mejor con el jardincito, estarían a nivel de contemplar aquella perfección en su justa medida. Carlos López sólo escucha "faltas de gramática" en Philip Glass, es capaz de arruinarle a una persona sin conocimientos de música el tema del Señor de los Anillos mostrando una disonancia. García Márquez cuando lee una novela sólo ve "costuras" y "trabajo de carpintería". Una lesbiana muy amigable tiene también un problema con los libros, sólo que por su trabajo todo lo que encuentra son fallas editoriales. Y para acabar de resumirlo todo, no creo que los ilusionistas se diviertan mucho viendo a David Copperfield (y para ser honesto yo tampoco).
Y sí, se tiene una posición privilegiada. Se aprecia mejor el trabajo, como debe apreciar mucho mejor que yo a John Coltrane un crítico de jazz. Pero se pierde irremediablemente la inocencia. Sólo lo dado es mágico. "No me gusta saber cómo está hecha la música" me respondió enojado un amigo cuando trataba de convencerlo de que aprendiera un instrumento. Aprecio más las películas que he visto sin pensar en la estructura del guión, el montaje o el lenguaje cinematográfico y agradezco ser lo suficientemente ignorante para poder olvidarme a voluntad de eso.
A final de cuentas el árbol dejó de ser el mágico árbol. No es que se supieran todos sus secretos, sino que simplemente es algo que alguien puso ahí y que podría haber sido de mil maneras distintas. El pecado original es el nominalismo, los nombres que había puesto Adán se convierten en términos generales y pierden todo su poder (y si bien nadie lo recuperó, debemos aplaudir los heroicos esfuerzos de José Emilio Pacheco).
Eva y Adán comen de la manzana. ¿Qué improta si Dios se encabrona? Se sienten demasiado jodidos como para pensar en eso. El mundo ya no es el mismo, ya no es un todo azul cerrado y viscoso, sino arbitrario y modificable, ya no hay Estrellas ni Plantas ni Luz. Al mundo se le ven las costuras.

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