El Primer Círculo

Wednesday, April 06, 2005

The end is the beginning is the end

No me gusta cuando llaman diario al blog. Es decir, que se diga a titulo personal no me molesta. Algunos blogs si son auténticos diarios, y no en el sentido pedestre de relatar hechos. Yo lo veo más como un medio, veo la parte formal. No niego los usos comerciales, prácticos, de diario. Simplemente el mío no tiene ningún propósito específico. Se que pongo cosas y que aquí algunos las leen. Algunos amigos verdaderamente interesados, conocidos, o desconocidos cuando me he dedicado torpemente a promocionar esta página.
Aquí he escrito cuentos (literalmente aquí), he relatado sucesos reales, o escrito cosas que si no fueran tan líricas quizá se ajustarían al género de columna. La pregunta es por qué o para qué. O más bien lo contrario. Que no existe esa pregunta, y que sólo basta escribir y que no sirve de nada.
Cuando compré un cuaderno hace tiempo el objetivo era llenarlo, además de que existía la presión de tener presente lo antes escrito, de no poder arrancarlo. Esto es como el limbo.
En cierto modo si se parece a un diario. Es como hablar con nadie. ¿De algún modo terapéutico? Quizá. De algún modo un filtro para futuras cartas y publicaciones. O no, quizá un divertimento. Esto es lo atrayente y lo aterrador (dicho en términos jungianos bloggear se convierte en un numinosum), que no es nada.
Que somos nosotros. Y que en cierto aspecto es demasiado facil, y en ese mismo aspecto es heróico.
Así es como termino este blog, para que su muerte no coincida con la mía. Y para que su vida no coincida con la mía tampoco. Para sobrevivirlo y poder decir "yo soy más que esto".

Scriptum est

Miguel Tormentas: Listo
Pato Pascual: ya está grabando
MT: Sí ahora habrá testimonio de todo lo que decimos.
PP: ¿Tú crees que todo lo que decimos vale la pena ser escrito y guardado?
MT: Sí que cada uno de nuestros pequeños….Creo que cualquier cosa arbitrariamente escrita.... pero hay que ponerla en lo que sea.
PP: Ahora si hablamos de filosofía lo haríamos más interesante.
MT: Lo importante es desconcientizarse de que está la grabadora. [...] Me duele la espalda.
PP: Yo no entiendo por qué estás lleno de dolencias.

MT: Yo no entiendo, yo no entiendo “estás lleno de dolencias”. Gracias.
PP: ¡No!
MT: Si llegaras con un cuadrapléjico “no entiendo, no puedes hacer nada”.
PP: No…
MT: Hay gente que tiene más dolencias que otros y llegar con los que tienen más que uno.... “es que no entiendo por qué”. Soy mal hecho, compermiso, gracias.
PP: Pero es que no quise decir eso… Todos tenemos dolencias.
MT: Pero no tantas como yo. [...] Vamos por los cigarrillos.
PP: Mi insulto hacia ti quedó testimoniado. Y ahora vas a copiar esto en el blog de internet y todos se van a enterar de la majadería que te dije.
MT: [...] Voy por más dinero.
PP: YO traigo.
MT: ¿Tú traes? [sonido de monedas] Ya.
PP: La lectura habla sobre dios.
MT: ¿O sea que Sartre es hereje y malo?
PP: Sí, y busca las contradicciones internas. ¿Sigues grabando?
MT: Sí.
PP: Todo quedará registrado, pero ¿se puede omitir lo que dije?
MT: Tú habla, tú habla güey.
PP: Pero mis disculpas se pueden hacer públicas.
MT: Tus disculpas ya están grabadas. Lo importante es que vamos a comprar cigarros.
PP: Suena como un asqueroso determinismo. “Tu disculpa ya está grabada”.
MT: ¿No querías que la cura quedara junto con el veneno?
PP: O puedo hacer aparentar que todo fue una obra de teatro, tenía todo planeado.
MT: Ahora yo estoy muy conciente de que estoy grabando mis palabras, trato de no tener errores de estilo.
PP: Ya olvídalo, a mi también se me olivda que te insulté.

Hacia una cultura de la sinécdoque

Por supuesto que cabe hablar de pequeños traumas, pero hay que aclararlo siempre así, "pequeños". La noción de trauma, en su uso vulgar y simpliciter, no se refiere a cualquier golpe, es un evento o situación que marca un antes y un después.
Eso nunca lo tuve, o al menos nunca lo he sentido así. Mi primer terapeuta, el Dr. Corona (según tengo entendido el secreto profesional no aplica de este lado del consultorio), además de relatarme repetidamente cómo de joven metía las botellas de vodka al congelador para tomarlas "bien frías", me insistió mucho para que me metiera a un grupo de terapia que estaba formando.
Como se sabe, en estos casos uno se presenta y habla de "su problema". ¿Qué iba yo a decir? Esa siempre fue mi principal objeción. Me parece que en ningún momento de mi historia clínica alguien ha negado que necesito terapia, y creo que no aplica -al menos completamente- la suspicacia monetaria, pues en alguna ocasión la idea salió de un complot de psicólogos escolares. Sin embargo ahí estaba yo, candidato para terapia en grupo, sin tener realmente algo interesante que contar.
Es así como surge la noción de trauma cotidiano. Sin que exista ese "antes y después", sin que se sepa realmente cómo comenzó todo. Esto da para una extrapolación interesante, algo sobre la condición humana, el finale se lo dejo al lector, quien por esta ocasión será responsable de provocarse su propio vómito o resignarse a permanecer sin catársis. Yo terminaré simplemente con el final.
La sinécdoque es la figura retórica que dice la parte por el todo. Hay que estar abiertos a la posibilidad de que alguien esté expresando la historia de todo el sufrimiento posible cuando relata cómo perdió sus cigarrillos o le golpearon el tobillo con un carrito de super. Si algún día ingresara a una terapia en grupo seguramente me presentaria con una sinécdoque.

Tuesday, April 05, 2005

A falta de barbitúricos

Ya me he secado los dedos cuarenta veces. Juraría que tengo los dedos de la mano derecha mojados por dentro. Los reviso por última vez y están secos. Me atrevo a esbozar la siguiente teoría, es un pequeño sudor impercetible, pero constante, que transmite información y se pega a todo lo que toco.
Se está poniendo de moda eso de los estados de ánimo. Primero con la clase de Kierkegaard y ahora con Heidegger. Ahora gracias a Guerra uno no puede ir caminando sin escuchar de vez en cuando un "contrafáctico", es una palabra poderosa. Me pregunto que tanto pegue llegará a tener eso del estado de ánimo, y si bien muchos pretenderán resistir heroicamente yo ya estoy en desventaja porque llevo algún tiempo con eso.
En Minneapolis, cuando finja que estoy investigando Kierkegaard, lo usaré mucho. Johannes de Silentio comienza hablando poéticamente de Abraham para establecer el estado de ánimo. Eso es lo que voy a estudiar. Supuestamente.
The Cure y los estados de ánimo. ¿Nunca te fijaste que siempre son los mismos acordes que se repiten? Y esto se puede hacer de dos modos. En primer lugar en el rock modal en el que se exploran los siete modos haciendo arte en su más alto sentido, y el otro, que es el que me gusta, es repitiendo los mismos acordes dándole a una guitarra con delay y chorus y flanger y cosas y con unos riffs de bajo poderosísimos, como el de Fascination Street.
Piensa en cuando apagas la televisión. ¿Es porque quieres hacer otra cosa? A veces. ¿O ya te hartó? ¿Te duele la cabeza de tanto ver televisión? ¿Tienes algo más que hacer? A veces, a veces, a veces. Pero también uno apaga la televisión sin motivo, satisfecho y sin ninguna situación particular. Simplemente porque ya fue suficiente.
No te preocupes, no me voy a matar. No todavía. Y sobretodo, no así.

Monday, April 04, 2005

Shine on you crazy diamond

El problema no es la tristeza en sí, sino que no podemos estar tristes. No nos dejan vivir nuestra tristeza. O seremos nosotros, que emocionalmente discapacitados, no podemos seguir un proceso normal de sufrimiento y nos quedamos con esto en las tripas y en el alma.
Hay una antes. Si no no tendría sentido hablar de esto. Un antes que tenía algo de fácil y hermoso, con ese encanto que tiene siempre todo lo fácil y hermoso.
A eso Kierkegaard lo llama pena. Recuerdo aquellos tiempos en que la sentíamos y buscábamos a quienes la sentían, y había una identificación, una comprensión instantánea.
Así ha sido desde siempre, resultando en un elenco de verbos transitivos cuyo objeto directo jamás queda claro y sin embargo se sobreentiende. Se reconocieron y se reconocerán entre ellos, "los que saben".
Quizá en ocasiones me sorprenda lo gregario y dependiente que me he vuelto, pues ahora necesito la comprensión de los demás. Pero en el fondo es una trampa, no los necesitaba porque en cierto modo había ese entendimiento universal y a priori. Nietzsche sabía que los espíritus libres a quienes les hablaba no habían nacido aún, estaba conciente de estar utilizando un recurso terapeútico.
Mi compañía en cambio no era fantasmal, llegué a encontrarme varias veces con otros yo. Kierkegaard pensaba que en los antiguos el espíritu no estaba plenamente desarrolldo, sino que se encontraba en este primer estado que aún describo, es interesante notar el hecho de que definieran al amigo como "alter ego".
Así es. Y en aquellos momentos siempre había una posibilidad, un futuro intenso con aquella persona -como una de esas amistades decimonónicas- que al pasar el tiempo no se cumplía y que sin embargo seguía existiendo como presencia.
Sólo recientemente me percaté de todas las relaciones inexistentes que llegué a conformar en mi vida anterior.
Kierkegaard -de quien nunca podré saber qué tanto daño o bien me hizo- continúa diciendo que la reflexión sobre la pena la convierte en angustia. El esteta no se la pasa muy bien con est nueva angustia, pero sobre todo, extraña su pena.
La angustia es extraña. De alguna manera no se puede expresar en el mundo, como si tan sólo intentarlo el absurdo de esta empresa resultara un inhibidor determinante. La categoría de lo heróico desaparece y el secreto que se pretende comunicar ya no es el mensaje en la botella.

En realidad estoy hablando de algo que nada tiene que ver conmigo. ¿Y esto no es a su modo una prueba de lo que estoy diciendo? Ya no tengo nada que decir. No tuve nunca nada que decir. ¿Y qué es a fin de cuentas lo interesante? ¿Este estado de ánimo es un nihilismo pasajero de un adulto joven en un mundo laboral sobresaturado? ¿Y cómo ponerme en otro estado de ánimo -y lo más importante-, para qué?
No puedo ser tan estúpido como para desear una vida digna de ser recordada, pero tampoco tengo la madurez ni la resignación para llevar una vida plena, aparentemente aburrida pero de una interioridad más profunda como B., quien a diferencia del estéta A. si tiene nombre y profesión: el Juez Guillermo.
De acuerdo a Kierkegaard estoy suspendido. Colgado, de los huevos, así es como me siento.

Sunday, April 03, 2005

Anything Goes

Feyerabend. O más bien la caricatura de Feyerabend.
El problema es que por más que todos sepamos que la ciencia tiene razón (y lo sabemos, no nos hagamos pendejos) nadie puede explicar por qué deberíamos meterlas manos al fuego por determinada teoría aceptada por todos, por qué una avance necesariamente va a ser una corrección de éste y no una refutación absoluta. Así es, dentro de la ciencia no podemos meter las manos al fuego por nada. Es el falibilismo de Peirce, y aunque Peirce creiá que en general la ciencia iba bien aunque cualquier teoría es susceptible de estar mal, esto sólo se puede entenderse en el marco de su cosmología. Decir "vamos bien" no basta.
A partir de aquí podemos ser duros o blandos. Los blandos se rinden rápido, abandonan rápido las pretensiones especulativas y pretenden usar criterios externos, como históricos o ingenieriles. Los duros siguen pensando en la verdad. Aunque pueda parecer escandaloso, Feyerabend es de los duros.
El primer falsacionista es Popper. Las teorías se van falsando, y nunca podemos estar seguros de que las actuales no se vayan a falsar, o incluso de que las falsadas en algún momento pudieran resurgir. Kuhn introduce la noción de paradigma. Aunque a Popper le resulta bastante incómoda y considera a Kuhn irracionalista (pues los paradigmas son inconmensurables unos con otros, desde el paradigma actual no se puede decir que esté bien o mal el paradigma heliocéntrico) finalmente tiene que aceptar que los paradigmas existen.
Dentro del paradigma se hace ciencia ordinaria, que intenta resolver problemas. La ciencia extraordinaria trabaja sobre los enigmas, son propuestas alternativas que dentro del paradigma no tienen sentido y que después terminan por destruir al paradigma para conformar uno nuevo. La teoría de la relatividad es un buen ejemplo de cómo sucede esto.
A partir de Kuhn parece que hay dos salidas. Lakatos pretende salvar a los paradigmas de cuño kuhniano (expresión acuñada por Hector Velázquez) hablando de un metaprograma, los paradigmas se van superando unos a otros y por tanto dejan de ser inconmensurables.
Pero dentro del contexto en el que hablamos, una vez planteado el falibilismo, parecería que los metaprogramas de Lakatos no pasan de ser buenas intenciones. En realidad la conclusión más coherente es el anarquismo epistemológico de Feyerabend. ¿Metaprograma? Es decir, ¿en realidad si hay algo por lo que meteríamos las manos al fuego? ¿A partir de distintas teorías disponibles realmente hay una que deba ser hegemónica y deba establecerse como la correcta? ¿O quizá hipotéticamente, al final de la historia? Feyerabend propone la contrainducción, no hay tal cosa como un método científico o una forma determinada en que avance la ciencia (como Popper que proponía conjetura y refutación). Sugiere el pluralismo, un abanico de teorías disponibles que no necesariamente deben de ser coherentes unas con otras. Podría no estarse de acuerdo, pero al menos es una propuesta razonable y digna de tomarse en cuenta dentro de la filosofía de la ciencia.
La caricatura de Feyerabend es afirmar que la cosmología derivada de las teorías de Stephen Hawkins no tendría por qué ser indiscutiblemente más acertada que la de un chamán yaqui.
Es decir, algunos lo entendieron así y se escandalizaron, otros también sólo que lo tomaron de bandera. Todavía se pueden encontrar artículos alarmistas (rumoresque senum severiorum...) criticando el peligroso relativismo de los jóvenes y poniendo como uno de los principales expositores y/o culpables a Feyerabend.
Creo que estas reacciones le deben haber divertido mucho, puesto que cambió de nombre a su principio epistémico, decidió, por una buena causa, convertir la aburrida "contrainducción" por la máxima "todo vale".
Posteriormente aclaró que era una burla a sus críticos. De poco sirvió, y seguramente lo sabía. Hasta el día de hoy es raro encontrar divulgación sobre Feyerabend que no esté centrada en esta afrimación, o al menos la mencione.
A este mundo que intenta majaderizarnos no sólo físicamente ("ver cómo te vuelves tu caricatura") sino en espíritu, a esa fuerza, que lo trivializa todo y lo vuelve un tanto cómico, se entregó Feyerabend facilitándole su tarea.
La pregunta es si deberíamos seguir este ejemplo, o por el contrario, afirmarnos y luchar contra la sombra vana en un heroíco esfuerzo por vertir nuestra alma, sabiendo que interioridad y exterioridad son dos países incomunicados. En palabras de Bob Dylan, vivir como poetas y morir como poetas. ¿Qué escogemos pues, dentro de la alternativa aut/aut que se nos plantea? Creo que también en esto todo vale.

Los tres palomos

Era una paloma con partes azules y grises. Al principio pensé que ya estaba muerta, así como la vi, recostada en la calle.. Me acerqué y abrió los ojos, contra lo que esperaba me dejó acariciarla. Me senté en el escalón exterior de una casa y comencé a pasarle mi mano como si fuera un gato (una de las pocas cosas que aprendí en los últimos cuatro años fue a acariciar gatos), por parecerme más apropiado que acariciarla como si fuera un perro, pues sólo conozco estas dos maneras de acariciar animales. Le rasqué suavemente el cogote recordando que a un perico que conocí le gustaba eso, pero se sintió incómoda.
Mi contacto la hacía cerrar los ojos, respiraba con tranquilidad. Pensé que tenía la pata rota, porque no podía dar un paso, pero parecía más como si estuviera agonizando. La dejé para irme a la tienda. Pensé en darle un poco de agua, quizá comprarle unas rosetas de maíz (su ignorancia de nuestro lenguaje le evitaría la desgradable referencia al canibalismo). Me esperé a verla de nuevo. Cuando regresé estaba batiendo las alas, así que se me ocurrió cargarla para reexaminar la hipótesis de la pata rota, pensé por un momento en llevarla con un tío que es veterinario. Era muy ligera, era como cargar aire, quizá por eso pueden volar. La vi muy mal y volví a dejarla en su último lecho.
Creo que muchos me dirían que sólo las pérdidas humanas (y de ciertas muy especiales mascotas) cambian el mundo irremediablemente. Que todas las palomas son iguales. Que la paloma siempre es la misma paloma desde que existió la primera. Sin embargo esto es falso. No todas las palomas son iguales, sólo ésta descansó en mis manos antes de morir, sólo dos palomas se negaron a salir volando y regresaron al cuarto cuando Karol las liberó en su último año de vida.