El Primer Círculo

Sunday, April 03, 2005

Anything Goes

Feyerabend. O más bien la caricatura de Feyerabend.
El problema es que por más que todos sepamos que la ciencia tiene razón (y lo sabemos, no nos hagamos pendejos) nadie puede explicar por qué deberíamos meterlas manos al fuego por determinada teoría aceptada por todos, por qué una avance necesariamente va a ser una corrección de éste y no una refutación absoluta. Así es, dentro de la ciencia no podemos meter las manos al fuego por nada. Es el falibilismo de Peirce, y aunque Peirce creiá que en general la ciencia iba bien aunque cualquier teoría es susceptible de estar mal, esto sólo se puede entenderse en el marco de su cosmología. Decir "vamos bien" no basta.
A partir de aquí podemos ser duros o blandos. Los blandos se rinden rápido, abandonan rápido las pretensiones especulativas y pretenden usar criterios externos, como históricos o ingenieriles. Los duros siguen pensando en la verdad. Aunque pueda parecer escandaloso, Feyerabend es de los duros.
El primer falsacionista es Popper. Las teorías se van falsando, y nunca podemos estar seguros de que las actuales no se vayan a falsar, o incluso de que las falsadas en algún momento pudieran resurgir. Kuhn introduce la noción de paradigma. Aunque a Popper le resulta bastante incómoda y considera a Kuhn irracionalista (pues los paradigmas son inconmensurables unos con otros, desde el paradigma actual no se puede decir que esté bien o mal el paradigma heliocéntrico) finalmente tiene que aceptar que los paradigmas existen.
Dentro del paradigma se hace ciencia ordinaria, que intenta resolver problemas. La ciencia extraordinaria trabaja sobre los enigmas, son propuestas alternativas que dentro del paradigma no tienen sentido y que después terminan por destruir al paradigma para conformar uno nuevo. La teoría de la relatividad es un buen ejemplo de cómo sucede esto.
A partir de Kuhn parece que hay dos salidas. Lakatos pretende salvar a los paradigmas de cuño kuhniano (expresión acuñada por Hector Velázquez) hablando de un metaprograma, los paradigmas se van superando unos a otros y por tanto dejan de ser inconmensurables.
Pero dentro del contexto en el que hablamos, una vez planteado el falibilismo, parecería que los metaprogramas de Lakatos no pasan de ser buenas intenciones. En realidad la conclusión más coherente es el anarquismo epistemológico de Feyerabend. ¿Metaprograma? Es decir, ¿en realidad si hay algo por lo que meteríamos las manos al fuego? ¿A partir de distintas teorías disponibles realmente hay una que deba ser hegemónica y deba establecerse como la correcta? ¿O quizá hipotéticamente, al final de la historia? Feyerabend propone la contrainducción, no hay tal cosa como un método científico o una forma determinada en que avance la ciencia (como Popper que proponía conjetura y refutación). Sugiere el pluralismo, un abanico de teorías disponibles que no necesariamente deben de ser coherentes unas con otras. Podría no estarse de acuerdo, pero al menos es una propuesta razonable y digna de tomarse en cuenta dentro de la filosofía de la ciencia.
La caricatura de Feyerabend es afirmar que la cosmología derivada de las teorías de Stephen Hawkins no tendría por qué ser indiscutiblemente más acertada que la de un chamán yaqui.
Es decir, algunos lo entendieron así y se escandalizaron, otros también sólo que lo tomaron de bandera. Todavía se pueden encontrar artículos alarmistas (rumoresque senum severiorum...) criticando el peligroso relativismo de los jóvenes y poniendo como uno de los principales expositores y/o culpables a Feyerabend.
Creo que estas reacciones le deben haber divertido mucho, puesto que cambió de nombre a su principio epistémico, decidió, por una buena causa, convertir la aburrida "contrainducción" por la máxima "todo vale".
Posteriormente aclaró que era una burla a sus críticos. De poco sirvió, y seguramente lo sabía. Hasta el día de hoy es raro encontrar divulgación sobre Feyerabend que no esté centrada en esta afrimación, o al menos la mencione.
A este mundo que intenta majaderizarnos no sólo físicamente ("ver cómo te vuelves tu caricatura") sino en espíritu, a esa fuerza, que lo trivializa todo y lo vuelve un tanto cómico, se entregó Feyerabend facilitándole su tarea.
La pregunta es si deberíamos seguir este ejemplo, o por el contrario, afirmarnos y luchar contra la sombra vana en un heroíco esfuerzo por vertir nuestra alma, sabiendo que interioridad y exterioridad son dos países incomunicados. En palabras de Bob Dylan, vivir como poetas y morir como poetas. ¿Qué escogemos pues, dentro de la alternativa aut/aut que se nos plantea? Creo que también en esto todo vale.

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