El Primer Círculo

Sunday, March 27, 2005

Tan sólo un vicio más

Su peinado, si se le puede llamar así, me recordó un poco a Billy Corgan. Comenzó a tocar en su guitarra, con cuerdas de metal, una canción que no logré identificar. ¿La habrá compuesto él?, pensé.
No pedí un café como lo había planeado, ni llevaba atuendo negro ni boina. Sin embargo seguía necio con leer a Sartre en un café de Coyoacán. Así soy yo estos últimos días, apurándome a vivir clichés antes que esto -si es que no demasiado tarde- se convierta en cliché. (Quizá se trataba de lo un cliché muerto, aquellos que sólo acontecen cuando se llevan a cabo concientemente como clichés).
Estaba tomando un frívolo frappé de mango y apenas comenzaba a leer el pseudo prefacio de la pseudo novela cuando él llegó a cantar. Repetía continuamente el nombre de "Daniela" y daba unos aullidos melódicos que sin embargo me parecieron desgarradores. Identifiqué su acento sudamericano y me empeñé en que tenía que ser una canción de rock argentino, atribuí a mi ignorancia el hecho de no poder recordar el nombre.
No cantaba del todo mal, pero su voz no era muy agraciada. Era una voz de esas que son muy agradables para hablar (más de lo que puede decirse de Joaquin Sabina, de Chavela Vargas o de Bob Dylan) pero que al cantar no conseguirán más que dar en el tono. A pesar de que era una balada golpeaba con fuerza la guitarra.
En general me gustan los músicos callejeros. Hacía unos momentos había visto desde fuera a una guitarrista clásica en otro café, se dio cuenta de que la miraba con atención y terminé por irme al darme cuenta de que la estaba poniendo nerviosa. También había buscado en vano a los gaiteros que ya varios domingos he visto tocar al tiempo que sus patiños hacen malabares con fuego.
Sin embargo en ese momento él parecía aún más interesante. Aquella canción no era muy buena y eso la hacía aún más triste. Después comenzó a tocar otra que empezaba idéntico que la balada de John y Yoko, pero que sin embargo era una especie de blues. Cuando terminó le di una moneda y le dije -ya posterior a su aclaración de que las canciones eran suyas- que la segunda me recordó a Charly García. Me dijo que en realidad se había basado en una banda inglesa, The Slate o The Slade. Le pregunté que si conocía a Elliott Smith, el cantautor que en estos momentos más aprecio, pero no sabía nada al respecto. Me dijo que le gustaba Lou Reed (y pude adivinar sus siguientes palabras) y David Bowie. Le dije que a mi también, me preguntó a qué me dedicaba, le dije que era estudiante de filosofía.
"Mira" Me mostró dos estampas de Krishna en su guitarra. "Conocés a Srila Prabhupada". Le respondí que no. "Una vez en una entrevista le preguntaron a Charly García qué estaba leyendo y dijo que Prabhupada. Le preguntaron qué era eso y dijo 'Si no habés leído a Prabhupada no habés leído nada' Bueno Chao".
Cuando el tipo se fue me di cuenta de que sus canciones me gustaron mucho, pensé -como suelo hacerlo en estos casos- que no lo volvería a encontrar. Inmeditamente después llegó el tipo deschavetado que toca los yembés y recita cosas sobre que Hitler volvió y dice "Radiounam 96.1" como si estuviera al aire. Al final dijo con su extraña voz modulada "Tenemos que cuidar la salud de nuestro corazón, porque nuestro corazón nos da la vida para trascender... en la vida". Luego encendió un cigarrillo y se fue.

1 Comments:

At 1:47 AM, Blogger Dreza said...

Y pues si, tendencias de esas cafeterias raras, por acá sólo te puedes encontrar los cafes llenos de viejitos y artistas plásticos, quizá si tienes tiempo, te dan la oportunidad de darte un buen sermón con su respectiva madriza. Cada sitio, cada café, cada calle, cada dia tiene su historia buena onda. Fin

 

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